Ahora
que el comunismo es un fantasma del pasado, ni el gobierno ni los patronos,
necesitan para nada a los sindicalistas… Y si alguien saca tiempo también para
ver la historia del sindicalismo desde la caída del Muro de Berlín, se
encuentra con que en este tiempo ha quedado reducido a su mínima expresión.
Ya no es el tiempo de los sindicatos; es el
tiempo de los grupos de presión como la ANDI, FENALCO, SAC, del lado patronal,
que siempre han existido. Del otro lado, ya no hablemos solo de “trabajadores”,
hablemos de grupos sociales marginados: los indígenas, los campesinos, los
maestros, los estudiantes, los transportadores, los pensionados (unos
ejemplos), orientados por líderes naturales, no por sindicalistas profesionales,
vendidos y corrompidos.
Se nos vino encima la negociación de un
nuevo salario mínimo para el año entrante. Otra vez los analistas más
conspicuos desempolvarán sus sermones: unos defendiendo a los patronos y otros
a los trabajadores, porque a eso se ha reducido la discusión.
Al final, el resultado es una nueva puesta
en escena de “… una muerte anunciada”, porque en esa lucha
patronos-trabajadores, el gobierno, que es la “tercera pata del cojo” en la
mesa de negociaciones, camina en la misma dirección y compás de los patronos.
Todo este tejemaneje de fin de año se podría
reducir a una simple ley que estableciera de una, un salario mínimo igual o
superior al costo de la canasta familiar de productos básicos elaborada por el
Dane y, de ahí en adelante, un incremento igual a la inflación más el 50% del
índice de productividad nacional, igualmente avalado por el Dane.
Una comisión salarial que logre este
acuerdo, puede irse de vacaciones.
Ahora, si ello es tan simple, ¿por qué no se
procede en consecuencia? Ah, porque el gobierno necesita tener en las manos una
zanahoria y un garrote para manejar a su conveniencia politiquera, tanto a los
patronos como a los trabajadores: a unos porque pueden “tumbarlo” y a otros
porque pueden elegirlo.
“Tumbar” aquí, no se toma como golpe de
Estado, sino como hacer caer por el suelo la gobernabilidad del Presidente, sin
la cual nada le sale bien. Para mantener buena imagen, el gobierno de turno
tiene que estar “comprando” gobernabilidad todos los días, y de ahí su actitud
proclive al interés de los empresarios, antes que al interés de los
trabajadores, porque a estos solo los necesita cada cuatro años para hacerse
elegir. Me explico: la elección la compra o se la roba cada cuatro años; la
gobernabilidad, en cambio, que deviene de una buena relación con los
empresarios, dueños de los medios y de las encuestadoras de opinión, tiene que
comprarla todos los días: ¿si ven?
En este contexto queda claro, a quien quiera
entenderlo, que la negociación anual de un incremento del salario mínimo es una
farsa, un engaño, del cual participan, que es lo deplorable, las centrales
obreras, dizque en representación de los trabajadores.
Por eso es que, frecuentemente, el bendito
incremento ese tiene que darse por decreto, y si alguien saca tiempo y compara
los incrementos del SM decretados, va a observar que siempre están más cerca de
lo que ofrecían los patronos que de lo que pedían los trabajadores. ¿Pura
coincidencia? No señor, pura conveniencia politiquera.
Que el gobierno tenga a la mano un garrote
para darle a los trabajadores, no significa que trate a los garrotazos a sus
dirigentes. No, también les deja saborear el ripio de la zanahoria, y con eso
basta, porque en buena parte ellos se completan el sustento por dentro.
¿Por qué se dice, o se cree, que antes los
dirigentes sindicales de Colombia eran más aguerridos? Eso también es una
falacia. Antes, el gobierno y los patronos los trataban como a “niña bonita”
con el fin de que mantuvieran a raya el empuje del sindicalismo comunista, que
se decía…
Eran los tiempos de la Guerra Fría.
Ahora que el comunismo es un fantasma del
pasado, ni el gobierno ni los patronos, necesitan para nada a los
sindicalistas… Y si alguien saca tiempo también para ver la historia del
sindicalismo desde la caída del Muro de Berlín, se encuentra con que en este
tiempo ha quedado reducido a su mínima expresión.
Ya no es el tiempo de los sindicatos; es el
tiempo de los grupos de presión como la ANDI, FENALCO, SAC, del lado patronal,
que siempre han existido. Del otro lado, ya no hablemos solo de “trabajadores”,
hablemos de grupos sociales marginados: los indígenas, los campesinos, los
maestros, los estudiantes, los transportadores, los pensionados (unos
ejemplos), orientados por líderes naturales, no por sindicalistas profesionales,
vendidos y corrompidos.
–
Fin de folio.- Hasta un magnate como Trump ha puesto en entredicho el modelo
neoliberal… Y en Colombia se está finalizando una revolución social armada que
conviene con el gobierno neoliberal dejar inamovible el modelo económico (¿?).
http://circulodeperiodistasdebogota.com/2016/12/02/salario-minimo-es-el-tiempo-de-los-indignados/
http://revistacorrientes.com/salario-minimo-es-el-tiempo-de-los-indignados/
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